Argelia vive una nueva ola de tensión popular, ya que las protestas esta vez se extendieron al sector educativo, después de que los estudiantes salieran a expresar su enojo por el deterioro de la situación del sistema educativo. Por otro lado, el régimen militar enfrentó estos movimientos pacíficos con medidas represivas, revelando el verdadero rostro de un régimen dictatorial que ve cualquier expresión de opinión como una amenaza a su autoridad.
En una medida que provocó un descontento generalizado, el Ministerio de Educación Nacional de Argelia emitió órdenes administrativas calificadas de “opresivas”, dirigidas a los estudiantes que participaban en las protestas, expulsándolos y tomando medidas disciplinarias contra ellos. Estas sanciones, que buscan quebrar la voluntad de la nueva generación, representan parte de una política sistemática para silenciar todas las voces que piden reformas, en lugar de abordar las verdaderas razones que empujaron a los estudiantes a las calles.
Esta medida es una extensión de un enfoque autoritario que ve la protesta pacífica como una amenaza que debe enfrentarse con represión e intimidación. En lugar de responder a las demandas de los estudiantes de mejorar la calidad de la educación y proporcionar un entorno de estudio digno de su futuro, las autoridades argelinas optaron por el método del castigo, lo que revela una profunda crisis de confianza que se ha creado entre el régimen y su pueblo. , incluso con sus hijos en la escuela.
Parece que el régimen, que adopta una política de «silenciar generaciones», teme a una nueva generación realista, consciente de sus derechos y capaz de exigir un futuro mejor. Esta es la generación que salió a protestar por la ausencia de un futuro real. reformas en educación y la tendencia de sus estadistas a armarse con armas oxidadas hasta el punto de la «saturación», y las rechazó ante el deterioro de la realidad, se vio expuesto a abusos y opresión en lugar de apoyo y acomodación, en una imagen que. resume el alcance del temor del régimen a la toma de conciencia de los jóvenes y su temor a un próximo terremoto que podría destruir las sedes de gobierno establecidas. De arena.
Lo que está sucediendo hoy en Argelia es un claro ejemplo de la quiebra del régimen a la hora de abordar las aspiraciones de las nuevas generaciones y de su negativa a escuchar las voces de los jóvenes que se manifestaron pacíficamente por su derecho a una mejor educación y un futuro más amplio. Estos estudiantes merecen elogios y apoyo, y me quito el sombrero ante ellos, ya que son un símbolo de esperanza y cambio, en un país cuyo régimen ha regresado a la edad oscura, y no son oponentes que deban ser reprimidos.
La pregunta que surge con fuerza sigue siendo: ¿hasta cuándo el régimen argelino seguirá insistiendo en su arrogancia interna y externamente, enfrentando a cada recién llegado con intimidación y amenazas y luchando contra las aspiraciones populares con represión y marginación? ¿No es hora de que regrese al camino correcto y se centre en reformar su hogar interno y responder a las demandas de su pueblo, en lugar de lamentarse detrás de ilusiones y perpetuar su política fallida que lo aisló externamente y tiende a aislarlo internamente? ¿Se dará cuenta de que la verdadera fuerza del Estado reside en su juventud consciente, no en contener la respiración?