La invocación por Francia, ahora solicitada al final de los sermones del viernes en las mezquitas afiliadas a la Gran Mezquita de París, suscita interrogantes. Presentada como una adaptación del discurso religioso musulmán a la sociedad francesa, esta iniciativa liderada por Chems-Eddine Hafiz, rector de la institución, adquiere una dimensión a la vez espiritual y eminentemente política.
En una carta dirigida a los imanes, la Gran Mezquita de París subraya la importancia de esta invocación. Formulado en árabe y francés, pide preservar Francia y sus instituciones, celebrando al mismo tiempo la diversidad y la paz social.
Si este enfoque parece inspirado en prácticas existentes en otras religiones, como la oración por la República en las sinagogas, se produce en un contexto en el que la comunidad musulmana en Francia sigue siendo objeto de un debate recurrente sobre su integración y su lealtad a los valores republicanos.
Sin embargo, esta iniciativa plantea interrogantes. ¿Se trata de una muestra sincera de adhesión a los principios de la República o de un intento de restaurar la imagen de una institución regularmente criticada por su proximidad a las autoridades argelinas? La reciente polémica en torno a la Gran Mezquita de París, acusada por un denunciante de apoyar campañas de desestabilización en Francia, ensombrece esta iniciativa. En este contexto, la invocación parece a algunos una maniobra de comunicación destinada a aliviar las tensiones.
Además, este llamamiento a orar por Francia podría provocar reacciones encontradas entre los fieles. Mientras que algunos lo verán como un gesto de solidaridad y pertenencia, otros podrían percibirlo como un mandato paternalista o una explotación política de su fe. El riesgo es reforzar la idea de una comunidad a la que se exige constantemente demostrar su apego a la República, exigencia rara vez formulada con respecto a otros grupos religiosos.