La dimisión del primer ministro canadiense, Justin Trudeau, anunciada el lunes, provocó una ola de reacciones políticas a nivel nacional e internacional. Una de las respuestas más polémicas provino del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, quien aprovechó el evento para renovar su llamado a que Canadá sea anexada a Estados Unidos.
En una publicación en las redes sociales, Trump afirmó: “Si Canadá se fusionara con Estados Unidos, no habría aranceles, los impuestos se reducirían drásticamente y Canadá estaría completamente a salvo de la amenaza de los barcos rusos y chinos que lo rodean constantemente”.
Las declaraciones de Trump se produjeron en el contexto de lo que algunos analistas describieron como un intento poco realista de desviar la atención de las crisis internas que enfrentará su próxima administración. Los observadores creyeron que su llamado a anexar Canadá refleja un deseo de fortalecer el control económico y geopolítico de Estados Unidos en la región de América del Norte.
Por su parte, el gobierno canadiense aún no ha emitido ningún comentario oficial sobre estas declaraciones, mientras que los analistas canadienses consideran que la idea no es aplicable práctica ni políticamente, especialmente a la luz de las recientes tensiones entre ambos países en materia de comercio y seguridad.
A nivel popular, el llamado provocó un descontento generalizado en los círculos canadienses que se aferran a su soberanía e independencia nacional, ya que muchas figuras públicas canadienses pidieron ignorar las declaraciones y considerarlas un intento de generar controversia sin fundamento serio.
En un contexto relacionado, los expertos en relaciones internacionales describieron las declaraciones de Trump como parte de su estilo habitual que se basa en el sensacionalismo mediático para lograr beneficios internos, señalando que tales declaraciones pueden afectar negativamente las relaciones bilaterales entre los dos países.