Considerado el brazo derecho del magnate del cannabis, apodado “Jaw”, Mohammed alias Momo 94 fue detenido en Ceuta en noviembre de 2019 y luego encarcelado en Marruecos a la espera de su extradición a Francia, cuando había ido al reino a pasar unas vacaciones con su novia. Una prueba dolorosa para Momo. “Éramos veinte en una celda. Dormíamos y comíamos en el suelo. Me sentí muy aislado. Estuve con grandes criminales. Estaba conmigo un tipo que había matado a su madre, un asesino de niños, y vi al jefe de mi barrio degollado delante de mis ojos”, testifica. Esto todavía le permitió superar su obesidad, porque perdió veinte kilos en prisión. Pesaba 130 kg.
Tras su presentación ante el juez parisino en septiembre de 2020, obtuvo su liberación bajo supervisión judicial. Su condición de presunto traficante cambia: trabaja como conductor para niños discapacitados y encuentra trabajo como vendedor en la construcción. “Hoy está felizmente casado y está a punto de trabajar como profesor en una escuela que forma estudiantes en BTS”, dice El parisino. “Es una excelente oportunidad”, afirma. El que llegó a Francia pasa así del narcotráfico a la docencia. Pero antes de llevar una vida tranquila, está a la espera del veredicto del proceso en curso ante el Tribunal Especial de París por tráfico internacional, que se pronunciará el 25 de octubre de 2024. Se encuentra entre los seis acusados juzgados por el Tribunal.
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El lunes, Momo 94 compareció ante este Juzgado por tráfico e importación de drogas junto a “Machoire” y otros cuatro cómplices. Este equipo “está acusado de haber importado en Île-de-France, en Bouches-du-Rhône, España, del 1 de enero de 2016 al 27 de mayo de 2019, decenas de toneladas de cannabis, lo que le habría reportado un beneficio que ascendía cifrarse en millones de euros. » Se sospecha que “Momo”, “Gromomo” o “94” participaron en la organización de la red junto con clientes de Île-de-France y también realizaron numerosos viajes a España, donde vive Mâchoire.
El hombre de treinta años conoció a Jaw en una empresa en la que ambos eran empleados. “Lo conocí en una discoteca, pero sólo quiero hablar de mi caso”, susurra. La mayoría de los empleados de esta empresa son delincuentes habituales y sospechan que la estructura es principalmente una fachada, señala el presidente. “No lo sé, estaba haciendo mis rondas. No conocía a los demás empleados”, añade Momo, de 94 años, cuyos antecedentes penales sólo tienen dos anotaciones: “multas por conducir a pesar de la cancelación del permiso”.