Si bien había previsto casarse a finales de octubre, Assia se encontró con un embrollo administrativo: otra mujer se casó con su identidad el 10 de agosto en el ayuntamiento de Noisy-le-Sec. Después de presentar durante el verano un expediente de solicitud de matrimonio en el ayuntamiento de Vélizy, la joven de 21 años recibió una llamada telefónica informándole de que ya estaba casada desde el 10 de agosto, según su estado civil. “Me quedé sin palabras”, recuerda Assia. Para comprender el fondo del asunto, se dirigió al ayuntamiento de Noisy-le-Sec. Luego de la negociación, obtiene el nombre del hombre con quien se supone está casada y obtiene el expediente administrativo de su unión. Su nombre es: Amine A., un hombre que no conoce. Assia se da cuenta de que fue víctima de robo de identidad, ya que perdió su documento de identidad hace un año. “Sin embargo, hice una declaración de pérdida: me parece escandaloso que esto no haya sido verificado para validar el matrimonio”, se molesta. “Como el municipio no sospechó de fraude, no verificó que la tarjeta fuera válida”, deduce El parisino.
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Tras este inesperado descubrimiento, Assia decide presentar una denuncia en comisaría. En su denuncia explica que en el momento del matrimonio ella “se encontraba en España con (su) pareja y (su) hija”. También expresa preocupación: “No sé si soy víctima de otros daños. » Al mismo tiempo, envió una carta al fiscal. Su deseo de casarse en otoño ya no podrá hacerse realidad, ya que los procedimientos en casos de robo de identidad son largos y tediosos. “En primer lugar, en el aspecto civil, el matrimonio ya debe estar anulado. Pero no será fácil encontrar a la usurpadora, porque tuvo que utilizar el documento de identidad sólo para el matrimonio y probablemente no vive con ese nombre”, indica Marie-Camille Eck, abogada que trabaja exclusivamente en casos de usurpación de identidad. Y para explicar la dificultad de las víctimas: “Tienen la impresión de haber sido devorados por el monstruo de la administración. Y a menudo se enfrentan a personas que creen que no pueden decir la verdad. […] Se trata de casos que no son una prioridad ni para la policía ni para el sistema judicial, porque los tribunales están sobrecargados. De hecho, existe verdadera impunidad para los estafadores. »