Muchos de vosotros bebéis más de una taza de café al día o prefiréis empezar el día con una buena dosis de cafeína, caliente, humeante, con infusión de goma arábiga, canela y anís estrellado, o todo simplemente mezclado con leche.
De hecho, esta bebida se consume ampliamente en Marruecos desde hace varios siglos y de infinitas formas. Pero pocos saben que hasta el siglo XIX se consideraba ilícito, convirtiéndose así en un tema favorito de la jurisprudencia islámica, a través de fatwas que sirvieron de horca para sus consumidores y adoradores.
Hace apenas unos siglos, los sultanes llegaron a ordenar la decapitación de quienes se atrevieran a tener en su poder esta codiciada bebida, asimilada en su momento a una sustancia de la misma categoría que las drogas o el alcohol.
Una prohibición religiosa castigada con la decapitación
Algunos escritos sugieren que el uso del café se remonta al menos al siglo X d.C. y que sus primeras operaciones agrícolas se originaron en Etiopía. En el siglo XVI su uso se extendió por Oriente Medio, India y Persia, antes de conquistar el resto del mundo.
Pero la introducción del café en zonas predominantemente musulmanas generó una gran controversia. Esto quedó ilustrado por una especie de carrera por las fatwas y las interpretaciones religiosas sobre su uso. Así, la polémica sacudió al mundo de juristas y teólogos, algunos de los cuales prohibieron su consumo, mientras que otros lo autorizaron.
Durante el siglo XVII, el sultán otomano Murad IV (1623-1640) estuvo entre quienes criminalizaron el consumo de café y ordenaron la ejecución de cualquiera que violara la medida. Incluso fuera de su territorio de influencia, otros líderes y clérigos se alinearon con esta decisión.
En Marruecos, el historiador Muḥammad Ibn-aṭ-Ṭaiyib al-Qādirī (1712 – 1773) consideró “justa” la medida otomana que prohibía “el consumo de café, vino, alcohol y tabaco”. En su obra Nashr al-mathani li-ahl al-qarn al-hadi 'ashr wa al-thani, recordó que «la aplicabilidad despiadada de esta orden estaba igualmente asegurada en Egipto y el Levante».
En su obra “Du Thé à atây, l'habit et l'histoire” (Ediciones Faculté de lettres et des Droits de Rabat, 1999), los historiadores e investigadores Abdelahad Sebti y Abderrahman Lakhssassi destacan que la prohibición o autorización del café ha suscitado gran interés entre los teólogos marroquíes, entre ellos Mohamed Taleb Ben Hamdoun Ben El Hajj.
En efecto, quien recibió su educación religiosa en Fez durante el siglo XIX explicó que el debate fue muy acalorado en torno a esta cuestión, entre los ulemas.
“Las personas que lo beben en exceso llegan a un estado de intoxicación similar al efecto del alcohol. Pero lo cierto es que el café es un revitalizante del alma al que se le puede desarrollar un determinado hábito, como ocurre cuando uno adopta hábitos alimentarios inalterados y le resulta difícil nutrirse de otra manera.
Mohamed Taleb Ben Hamdoun Ben El Hajj
Mohamed Taleb Ben Hamdoun Ben El Hajj, juez en Marrakech desde hace casi 13 años, señala sin embargo que el café ha inspirado desconfianza en los demás, debido a que «todos los imbéciles han recurrido a él». Así, incluso se habría recomendado “evitar cualquier reunión donde se ofreciera café”.
Por su parte, el jeque Al Youssi, que vivió en el siglo XVII, prohibió abiertamente el consumo de café y pidió a los musulmanes que evitaran esta bebida que “te vuelve loco”. El jeque Ahmed Zarrouk también emitió una fetua en la que prohíbe religiosamente esta sustancia que “afecta al cuerpo y a la mente”.
Y el café se vuelve halal
Otros teólogos han defendido permitir que los musulmanes tomen café, como el jurista marroquí Al-Ajouri, que vivió en el siglo XVI. Incluido en la obra “Del té al Atây, hábito e historia”, Al-Ajouri destacó los beneficios del café para el cuerpo y la salud humanos. Según él, esta bebida facilita la digestión, cura determinadas enfermedades y protege contra el mal aliento.
Con el tiempo, los marroquíes han eludido los debates sobre la prohibición o la no autorización del café por motivos religiosos. Su uso gratuito se ha ido instaurando poco a poco en los hogares. Introducido por primera vez en funciones, fiestas y ocasiones, el café finalmente se convirtió en un ritual común de la vida diaria de varias familias del país.