Los jóvenes MRE, llamados “árabes franceses” en las redes sociales, son acusados por los lugareños de todo tipo de incivilidades: rodeos urbanos, negativa a obedecer, enfrentamientos, etc. “En verano es muy sencillo: si se hace una estupidez, es un francés. Estos tipos llegan con las manos en los bolsillos, gastan dinero y creen que están en casa. Pero no tienen educación ni respeto y creen que somos parte de la misma familia. No tengo nada que ver con ellos”, denunció a charlie hebdoMohammed, 30 años, residente en Casablanca.
Los niños MRE son rechazados tanto en Francia como en Marruecos. Un fenómeno que intenta explicar Éric Marlière, profesor de sociología de la Universidad de Lille, que ha estudiado la cuestión del “regreso al campo” de estos franceses de tercera generación. “Es sorprendente, el joven de la ciudad está tan estigmatizado en el campo como en Francia… Muchos jóvenes idealizan su país de origen. Cuando llegan allí, se dan cuenta de que el vínculo no es evidente con sus primos ni con los jóvenes del pueblo. Tienen la barrera del idioma y, sobre todo, de su costumbre francesa”, explica.
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Y continúa: “Incluso físicamente, hay segregación. Han adquirido los hábitos de los jóvenes del barrio, con las normas de la calle: cultura de la provocación, consumismo, lógica pandillera, que allí no se ve bien. Serán vistos como matones. Estos jóvenes de la ciudad no pueden adaptarse ni a Francia ni a su país de origen. Esto crea conflicto y una gran desilusión. » El sociólogo también destacó que estos jóvenes MRE tienen “una visión de país que data de los años 1960, con hábitos muy antiguos. Esto provoca retrasos cuando llegan al sitio. »
Estos franceses de tercera generación visitan Marruecos en busca de lugares emblemáticos que ya no encuentran. “El pueblo ya no es como antes. Ya no tengo a nadie a quien visitar, aparte de mis primos lejanos. No sé por qué sigo yendo allí, pero sigue siendo mi país de origen”, confiesa Samy, un joven franco-marroquí de 17 años en un vídeo en TikTok. “No se los considera legítimos. Muchos norteafricanos no consideran que hayan sobrevivido gracias a sus méritos, sino que son pequeñoburgueses que no aprecian su suerte”, concluye Éric Marlière.