A menos de sesenta kilómetros de la ciudad de Ouarzazate y a unos 200 kilómetros al sur de la ciudad ocre se encuentra el impresionante Jebel Siroua, que alcanza una altitud de unos 3.304 metros. En este antiguo volcán se superponen paisajes desérticos y una naturaleza exuberante en la que crecen azafranes.
Punto de unión entre el Alto Atlas y el AntiAtlas y pico más alto de este último, el monte Siroua es un verdadero paraíso para los excursionistas. El lugar atrae a un buen número de visitantes que buscan emociones fuertes, un cambio de escenario y, sobre todo, sed de descubrir las tradiciones locales mantenidas desde hace siglos.
Foto ilustrativa. / Doctorado DR
Hafida Hdoubane, la primera guía femenina de Marruecos, explica a Yabiladi que lo ideal es planificar excursiones de varios días para poder sumergirse lo mejor posible en estas tierras extraordinarias. Sin embargo, enfatiza que “tu espíritu aventurero se verá muy desafiado” durante esta experiencia.
El contraste entre el desierto y el verde
Siroua es ante todo “un volcán muerto o inactivo, que puede calificarse de macizo semidesértico o semisahariano y que se encuentra a medio camino entre el Alto Atlas, el desierto del Anti Atlas y la vertiente del Atlántico Sur”, explica Hafida. recorre el Atlas y el Rif desde hace más de 25 años.
Además de la ascensión al gigante del Anti Atlas, el descubrimiento de los pueblos y las riquezas que se encuentran a sus pies es aún más emocionante.
“Más allá de los cerros, debes saber que la región reúne una gran cantidad de valles verdes, lo que combinado con estos picos desérticos le da un encanto loco a la región. Hay bancales de azafrán, cebada y almendros”.
Hafida Hdoubane, guía de montaña
De hecho, la región es conocida por albergar uno de los mayores campos de crocus sativus, la famosa flor de la que se extrae el azafrán. El oro rojo, que florece en octubre, ha encontrado refugio en la región gracias a la riqueza del suelo, nos explica Hafida.
Para obtener alimento y riqueza, las tribus utilizaban los famosos graneros, llamados ighrem en amazigh. Estos áticos colectivos son una institución antigua, pero descuidada durante un siglo. Así, durante el viaje, una parada en el famoso granero de Tighza, en el pueblo del mismo nombre, resulta imprescindible para descubrir una de las tradiciones más ancestrales de la cultura bereber, continúa nuestro guía.
Foto ilustrativa. / Ph. Cap Rando
Hablando de tribus, hay grandes tribus, como los Ait Ouagharda, Ait Ouaouzguite, y pueblos muy importantes como Tamaloukt, Tislit o incluso Aziwane donde se reunían todos los nómadas. Hoy en día, los aldeanos regresan allí en verano para plantar azafrán, continúa Hafida. La fama de estas tribus también se debió a las alfombras de colores brillantes, que exigían horas de trabajo por parte de las numerosas manos de las mujeres.
Pero eso no es todo, no muy lejos de Jebel Siroua se encuentra el circo de Aziwane donde se pueden admirar estas extrañas agujas de basalto. Sin olvidar las gargantas de Tislite que se encuentran entre Tazenakht y Taliouine, regiones cuyo descubrimiento hará que quieras volver allí.