Mohssine Benzakour, especialista en psicología social, citado por Hespressexplica que este boicot es «una solución pacífica que requiere negociar con el consumidor que se ha unido para poner fin a una injusticia que ha afectado a su poder adquisitivo», añadiendo que «los ciudadanos ya no confían mucho en las justificaciones presentadas por los profesionales en muchos sectores que han aumentado los precios de manera inaceptable”.
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Para el especialista, esta decisión de los marroquíes de boicotear determinados productos es beneficiosa, subrayando no obstante que “esta acción debe basarse en un fundamento objetivo, porque el boicot no es un movimiento destructivo; Obtiene su legitimidad del deseo de cambiar una situación económica injusta y no del debilitamiento de la economía nacional”. Benzakour menciona, por ejemplo, el caso del pollo, cuyo precio ronda los 30 dirhams por kilo, que actualmente es objeto de una campaña de boicot.
“El problema surge cuando esto ya no cumple con las condiciones de una competencia leal y la manipulación de precios se hace sin criterios objetivos acompañados de estadísticas y evidencia”, explica, añadiendo que “esta situación crea una forma de desconfianza que luego se convierte en el combustible de la competencia”. El boicot, que se ha convertido en un comportamiento eficaz para algunos marroquíes, especialmente después de la famosa campaña de boicot de 2018 que se extendió por todo el reino.
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El especialista señala que los marroquíes, pero también otros países árabes, del Magreb y más allá, «lideran juntos un boicot contra las empresas que consideran aliadas de Israel» en el conflicto de Gaza, indicando que «el boicot es el arma de quienes no tenemos armas, una protesta que obtiene su legitimidad y validez de condiciones objetivas que imponen su recurso, lejos de cualquier lógica de provocación o chantaje.
Y para concluir: “Si todos estos alimentos se mantienen alejados de las mesas de las clases pobres y desfavorecidas, el sistema alimentario se verá afectado, lo que podría costar mucho más al Estado si aparecen, por ejemplo, enfermedades relacionadas con la desnutrición, lo que provocaría gastos adicionales innecesarios. costos debido a decisiones económicas no consideradas e irracionales, cuyo impacto podría ser mitigado por el movimiento de boicot”.