Las redes sociales se han convertido en el canal ideal para hacer propaganda de discursos extremos en Bélgica. En los últimos años, los influencers musulmanes han invertido en TikTok, YouTube e Instagram y son seguidos por miles de suscriptores, según informes. el libre. Es el caso, por ejemplo, del imán Mustafa Kastit y de Abdelkader Dahmichi, que gozan de una gran audiencia en el país. Estos influencers en su mayoría tienen puntos de vista muy conservadores, reduciendo la fe a un conjunto de reglas, prácticas y prohibiciones. Otros insisten en respetar la ley Sharia.
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Pero todos estos influencers tienen una cosa en común: hacen propaganda del wahabo-salafismo, un movimiento teológico de Arabia Saudita. Según esta corriente, el fiel musulmán no puede acercarse a Dios, sino hacer su voluntad respetando sus mandamientos. Se le exige que practique su fe con rigor. Este discurso salafista ha cobrado impulso en el país y ha “penetrado en todas las capas de las sociedades musulmanas, en Occidente como en otros lugares. Ahora es él quien llena todo el espacio cultural musulmán, a pesar de la resistencia de sectores que defienden un Islam más tradicional y más erudito. [tel qu’il est historiquement vécu au Maroc par exemple NdlR] », señala Gregory Vandamme, islamólogo de la UC Louvain.
En las redes, este discurso salafista es popular porque llega a un destinatario que busca orientación. En vídeos bastante breves, los influencers “se centrarán, por tanto, en cuestiones cotidianas, definiendo lo que está permitido y lo que está prohibido. Por lo tanto, demuestran una visión muy reduccionista de la religión y la espiritualidad islámicas”, explica Grégory Vandamme, destacando, sin embargo, que estos influencers no incitan a la violencia ni a la “jihad armada” en sus vídeos, sino que “establecen una visión divisoria del mundo, estructurada entre el bien y el bien”. gente e incrédulos, lo cual me parece perjudicial”.
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Mohamed Fahmi, investigador asociado de la ULB y especialista en propaganda audiovisual del Estado Islámico, comparte esta opinión. “Las corrientes salafistas han tenido mucho éxito en adaptarse a las nuevas tecnologías y se benefician de mucho dinero de Arabia Saudita, Kuwait, ciertos círculos de los Emiratos, Qatar y, a veces, Egipto. Estos países tienen una estrategia deliberada de rociar las redes sociales con sus discursos, además de lo que podemos leer en los libros que venden en Europa y lo que podemos escuchar en determinadas televisiones por satélite. No olvidemos que cada año forman imanes europeos”.
¿Deberíamos preocuparnos por la escala de estos discursos? Mohamed Fahmi responde: “Debemos vigilar escrupulosamente este fenómeno. Vemos que hay muchas más personas que afirman públicamente ser salafistas que hace unas décadas”. La atracción de los jóvenes por los vídeos salafistas “responde a su sed de identidad, espiritualidad y comunidad en un mundo individualista. Estos vídeos transmiten un Islam de frustración, un poco angustioso, binario, y tendrán una influencia deletérea sobre los jóvenes aislados, carentes de significado y que podrían radicalizarse”, analiza Fati, 26 años, educador especializado en Lieja.